El vino en la India
El poder adquisitivo es cada vez mayor, y la sociedad de la India se libera y bebe cada vez más vino, a medida que el país se va abriendo a la economía capitalista.
La prueba es que ya ha comenzado la competencia entre los vinos franceses y los del Nuevo Mundo en un mercado absolutamente nuevo y potencialmente enorme. La evolución del consumo de vino sigue fielmente la de la sociedad desde la liberalización iniciada en 1991 y el despegue económico del país. Los primeros viñedos indios aparecieron hace seis años, mientras que los primeros vinos franceses, hace apenas tres. Y la primera revista de vinos acaba de salir en el mes de abril.
Es cierto que el nivel de consumo de vino sigue siendo marginal en un país como éste, donde beber alcohol está prohibido para toda una serie de castas. Además, el vino de calidad importado y gravado con un 254% de tasas tiene un precio prohibitivo. Y sin embargo, el año pasado se consumieron 6 millones de litros en una población de más de mil millones de habitantes.
Además, el vino se ha convertido en una mercancía más accesible. Los 'wine and beer shops' lo ofrecen más y los hindúes no dudan en ofrecerse un buen capricho y comprar buenas botellas de vino. Al mismo tiempo, en los restaurantes se sirven vasos de vino para los consumidores medios.
"Ya no se hace una buena comida sin vino. La gente es más rica y piensa menos en economizar", constata C.B. Narang, vicepresidente de la cadena hotelera ITC y responsable de sus restaurantes.
Según los expertos, en la actualidad, los indios tienen tendencia a beber vino como aperitivo, no con la comida y prefieren el vino azucarado y, sobre todo, fácil de identificar.
"Lo que está aumentando rápidamente aquí es el consumo de vinos de Australia, Chile y Sudáfrica.
Por otro lado, la producción de vinos también ha iniciado su presencia en la India.
Una veintena de bodegas indias lucha contra la falta de tradición, las creencias religiosas y el calor infernal para producir vino entre árboles de mango, aprovechando el creciente consumo de una clase media ávida de signos de distinción.
En un país donde las temperaturas llegan a alcanzar los 50 grados, curiosamente ya había viñedos hace 5.000 años y hoy los productores locales se escudan en los elevados aranceles aplicados al vino importado (hasta el 250 por ciento) para mejorar sus ventas.
El 'Burdeos' de la India está en Nashik, en el estado de Maharashtra (suroeste del país), donde las viñas crecen a 600 metros de altitud y, sobre todo, se cultivan durante el invierno, cuando los termómetros registran temperaturas adecuadas.
Allí los turistas y curiosos pueden acercarse a unas cuantas bodegas para probar un Chardonnay, un Shyraz, un Cabernet Sauvignon o un champán 'made in India', algunos con nombre bastante exótico.
La gran mayoría de los vinos que se producen en este país es de mesa y tiene mala fama, pero algunos, como el brut 'Omar Khayyam' de la primera bodega del país, Indage, hecho con colaboración con el champán Piper Heidsieck, logran buenas reseñas.
La bodega Grover de Karnataka, una de las de mejor reputación del país, cuenta con la colaboración del famoso experto vinícola francés Robert Rolland, capaz de hundir o salvar cualquier caldo, y del champán Veuve Clicqot.
En la India los avances son pequeños en términos absolutos: el consumo de vino es de apenas 4,5 mililitros por habitante al año -una minucia comparado con los 42 litros de Francia-, se producen 400.000 cajas al año y hay 125.000 hectáreas con uva cultivada, de las que sólo el uno por ciento se dedica al vino.
Sin embargo, hay datos que ofrecen resultados interesantes en términos relativos.
Cada año el consumo de vino aumenta alrededor de un 25 por ciento en la India, en Maharashtra la producción ha aumentado un 57 por ciento en el último ejercicio, un 10 por ciento de la producción total se dedica a las exportaciones y los expertos creen que dentro de diez años aquí se venderán cinco millones de cajas.
¿La razón? En gran parte la emergencia de una clase media hedonista, ajena a prejuicios religiosos y con alto poder adquisitivo, que quiere imitar los gustos europeos y que cada vez tiene un mayor conocimiento de la cultura del vino.
'Es visto como algo más sofisticado y sano que el licor y, por ello, más aceptable para las mujeres', opina Rajeev Samant, el ingeniero de 'software' que desde hace una década está al frente de las bodegas Sula.
Vía Directo al Paladar.
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