Robles y Vinos

Las barricas de añejamiento de los vinos generalmente están hechas de roble blanco americano. La comunión del roble y del vino le da a éste último, características especiales. Este espacio está dedicado al vino principalmente, aunque tocaremos temas relacionados con él. Que tenga una feliz estancia en este sitio.

jueves, junio 08, 2006

Resurge Monte Xanic

Para el viajero frecuente no hay grandes cambios a simple vista: el Valle de Guadalupe despierta lentamente, arrastrando aún su somnolencia. Pero cada año alguna bodega nueva comienza a emitir señales desde sus entrañas.

En medio del estruendo que generan esos partos, la bodega-fortaleza de Monte Xanic, encaramada en el cerro desde el cual domina la parte oeste del valle, mantiene su imagen de serenidad monolítica y, a contracorriente del resto, parece haber optado por una suerte de repliegue orgulloso.

Incluso tres años atrás, inconforme con los procedimientos, se retiró del concurso internacional de vinos de Ensenada, que había contribuido a crear y al que concurren casi todas las bodegas de la zona. En suma: desde hace un tiempo no es parte del mundanal ruido mientras que, año tras año, las bodegas pequeñas acaparan espacio mediático.

Sus enólogos o propietarios llegan a la capital, se reúnen con los periodistas, les dan a catar sus vinos, intentan –y casi siempre lo logran– que se hable de ellos. En cambio Monte Xanic parece imbuido en otros esfuerzos. Su enólogo, Hans Backhoff, se exhibe poco y la empresa guarda una imagen de seriedad, tal vez pensada para calzar con su solidez en el mercado.

Sin embargo, su rol precursor en el movimiento que hoy da al valle su aura de bueno para los vinos de calidad sigue haciendo de ella un paradigma. Cuando comenzó en 1988, con una producción de 7,500 cajas a precios altos en el mismo momento en que ninguna de las bodegas conocidas producía menos de 100,000 y todas apostaban al elusivo mercado de lo económico, su propuesta podía verse como quijotesca, al igual que algunos proyectos que surgen ahora.

En todo caso, a Backhoff no le molesta la nueva ola de competidores ni tampoco que se le perciba con un perfil más bajo en la comparación. Más bien, dice, “estamos muy emocionados con la oleada de nuevas vinícolas y viñedos en la región... La única manera de poner a México en el mapa de productores de vinos de calidad es a través de una amplia oferta de vinos y estilos. No es posible pensar que una sola vinícola pueda hacer famosa a toda una región”.

No es pose. Si algo caracteriza a este enólogo que comenzó haciendo vinos por gusto en el garaje de su casa, es la falta de complejos, miedos o arrogancia, lo cual le lleva a ser particularmente abierto con sus interlocutores. No le interesa ocultar nada. Por el contrario, explica cada paso de sus procesos, detalla riesgos, aciertos y equivocaciones.

El retraimiento es sólo aparente. La bodega se halla en plena transformación: nuevos tanques de acero para el tratamiento de paños de viñedo más pequeños, embotelladora flamante y una nueva sala para 2,000 barricas literalmente excavada con explosivos bajo la vinícola y tallada en la roca viva –debieron remover unas 40 toneladas de escombros– que destaca por su estética, con una iluminación destinada a resaltar la peculiar mezcla de piedra, vigas rojas y el roble de las vasijas. Es parte del ambicioso proyecto diseñado por el arquitecto Diego Villaseñor, que culminará con la construcción del área social –recepción de invitados, sala de catas, restaurante– y el nuevo anfiteatro sobre el borde del lago para sus conciertos al aire libre.

Hoy día Monte Xanic ya está en las 40,000 cajas, cuenta con 70 hectáreas plantadas y con unas catorce etiquetas diferentes en el mercado. Modestamente Backoff, que no suele presumir su rol de pionero, dice estar orgulloso “de ser parte de esta etapa tan emocionante en el desarrollo del vino nacional”. Y agrega: “El vino por definición es un producto de experimentación. Entre más desarrollado un mercado, más inclinados están sus consumidores a probar nuevos vinos y estilos. Lo que Monte Xanic ha conseguido es mantenerse en el mercado como un estandarte de calidad”.

Actualmente elabora tres líneas: Monte Xanic, Gran Ricardo y Calixa. La primera es emblemática: con ella comenzó la bodega y, exceptuadas pequeñas modificaciones, usa la misma etiqueta desde entonces. En ella está el Cabernet Sauvignon-Merlot, tal vez el más “bordelés” de esta gama por la manera en que concilia, gracias al assem-blage y al trabajo de barrica, la austeridad de la Cabernet Sauvignon (60 por ciento) con la frutalidad de la Merlot (20 por ciento) y los pequeños porcentajes de Cabernet Franc, Petit Verdot y Malbec. La gama también incluye, en tintos, un Cabernet Sauvignon, un Merlot y tres pequeñas producciones, casi experimentales (menos de mil cajas por año) de Petit Verdot, Malbec y Syrah, y en blancos los Sauvignon Blanc Viña Kristel, Chenin Colombard y Chardonnay.

Los vinos de la línea Calixa son más económicos, aproximadamente la mitad de lo que cuestan los Monte Xanic, e incluyen varietales de Cabernet Sauvignon y Chardonnay, y un rosado a base de Grenache. El Gran Ricardo, un assemblage también bordelés con 50 por ciento de Cabernet Sauvignon, 25 por ciento de Cabernet Franc y 25 por ciento de Merlot, es el top of the line, nombrado así en honor de uno de los cinco miembros fundadores, Ricardo Hojel, quien murió hace unos seis años.
Si bien la bodega ha crecido en líneas, también ha decidido ponerle un límite al crecimiento en número de cajas, el cual se había dado de manera ininterrumpida desde su nacimiento. Hasta hace cuatro años (Catadores 6, agosto-septiembre 2002), la bodega quería crecer prácticamente al doble de su volumen actual. Ahora, afirma Backhoff, “hemos decidido poner el tope a nuestra producción en 40,000 cajas”, una decisión que justifica como la necesidad de autolimitarse en el crecimiento para asegurar la calidad a través de un buen control del viñedo y la enología.

Al mismo tiempo, señala Backhoff, “comenzamos el año pasado con un proyecto muy ambicioso de renovación de viñedos. Para esto hemos contratado a expertos australianos y norteamericanos. Estamos convencidos que un buen vino debe partir de excelente fruta”. De hecho, mucho de su dedicación ha estado volcada a entender las variables clima y tierra y en concebir la vinificación que mejor se adecue a ellas. Si ha habido cambios de estilo, los cuales se pueden detectar sobre todo en su Chardonnay, que ha ido sacrificando barrica para ganar en frutalidad –también los ha habido pero menos perceptibles en los tintos–, es por ese proceso de comprensión.

“El estilo”, indica, “no es algo que sale de la casualidad o fácilmente; es el resultado de la combinación de varios factores entre los que sobresalen el terroir, la gente y su filosofía, y muchos años de trabajo y experimentación. Nuestra filosofía no nos permite hacer revoluciones en el estilo, pero sí evolucionar. Llevamos casi 20 años en el valle y hemos ganado la experiencia que nos permite entender mejor las características del clima, los distintos suelos, varietales, barricas y técnicas de producción”.
Los resultados están a la vista. En sus tintos, especialmente en el Cabernet Sauvignon-Merlot y en el Gran Ricardo, es donde se vuelven más perceptibles: fineza, elegancia, y consistencia de una cosecha a otra, algo que no siempre es evidente en la región.

El futuro, dentro de este concepto de asimilación del terroir, sólo podrá ser mejor. Aunque, como dice Backhoff, los problemas de agua que experimenta la región pueden limitar esa ambición. Pero, añade también, si se lograra solucionar, y controlar el crecimiento del Valle de Guadalupe “de una manera ordenada y coherente, podría consolidarse como la región por excelencia del vino mexicano”. La apuesta inicial de Monte Xanic sigue entonces en pie, con la calidad por delante.